Buenas muchach@ss!
Cómo estáis ¿?
Alguna vez os habéis parado a pensar porqué las películas de Pixar o Disney han reflejado a "los malos" con el color verde ¿?
Pues la respuesta es súper sencilla: durante muchos años, el color verde fue el responsable de miles de muertes!!
Sí, sí, como lo leéis!!
Y es que, buscando información sobre este hecho, me he encontrado con un artículo súper interesante de África Albalá sobre las INTOXICACIONES que se dieron durante el S. XIX POR UTILIZAR EL COLOR VERDE DE PARÍS (que es el mismo que utilizan en las películas)
Como no quiero siquiera intentar parafrasear a África, para no cagarla, os voy a dejar el artículo por aquí tal cual, con sus palabras y todo.
Espero que lo disfrutéis y que os parezca tan interesante como a mi.
Nos leemos muy prontito!
Cuentan las crónicas de la época que la emperatriz Eugenia de Montijo lució una noche de 1864 en la Ópera Garnier un vestido de un verde tan intenso que, a la mañana siguiente, acaparó los titulares de todos los periódicos franceses. El pigmento responsable del color radiante del atuendo de la aristócrata granadina es lo que ya entonces se conocía como 'verde de París' y que hizo posibles los vibrantes tonos de los cuadros de genios de la pintura como Van Gogh, Monet, Manet, Cézanne o Degas, así como la decoración de los libros del momento.
Lo que ignoraban los artistas decimonónicos sobre este tinte, cuya denominación técnica es acetoarsenito de cobre, era su elevada toxicidad y los riesgos para la salud que entrañaba. Así lo refieren relatos del siglo XIX sobre el fallecimiento de varios miembros de una misma familia por su exposición al pigmento, presente incluso en el papel de pared desde que Justus von Liebig y André Braconnot publicaron la receta para producirlo en 1822. Ahora, varias universidades han alertado de la presencia de este compuesto en los volúmenes de sus bibliotecas.
El temor a un posible efecto nocivo en los estudiantes ha llevado a la Universidad de Bielefeld, en Alemania, a anunciar la retirada de 60.000 ejemplares de sus estanterías; algo similar a lo que harán la también germana Estatal del Sarre y la Biblioteca Nacional de Austria. Sin embargo, ¿existe un peligro real de intoxicación por entrar en contacto con este compuesto, presente tanto en las ilustraciones como en las cubiertas de los libros?
Para responder a esta pregunta, es necesario considerar, entre otros factores, el modo en que el tinte entra en contacto con el potencial afectado. A diferencia del monje benedictino de la obra de Umberto Eco 'El nombre de la rosa', que caía fulminado tras el contacto con un libro envenenado, es de esperar que los alumnos de las universidades no se chupen los dedos para pasar las páginas del ejemplar, como sí hacía el fraile de la novela, y mantengan, así, el arsénico lejos de la boca.
«Este tipo de pigmentos son sólidos, por lo que no contaminan el espacio en el que uno se encuentra. Ahora bien, si movilizas mucho libros antiguos, algo de polvillo pasa al ambiente. Por eso creo que están tomando estas precauciones. No obstante, esto es algo especulativo y deberían medirlo bien. Con un trozo de un ejemplar, tendrían que comprobar la cantidad real de arsénico que queda en el aire», explica a ABC Ana Ferrer, presidenta de la Fundación Española de Toxicología Clínica (FETOC).
Otro de los aspectos que debe ser tenido en cuenta para hablar del riesgo del 'verde de París' es «la cantidad a la que uno está expuesto y la duración», apunta Esther Gramage, profesora de Toxicología de la Universidad San Pablo CEU. «También influye que hay personas más vulnerables que otras. Entonces, pacientes con antecedentes de determinadas patologías o con los órganos más dañados pueden verse más afectados», añade.
Síntomas y potencial mortalidad
El arsénico es, efectivamente, un metaloide tóxico, y una exposición prolongada al 'verde de París' puede provocar mareos, dolor de cabeza, sabor dulzón y metálico, aliento y heces con olor a ajo, dificultad para tragar, dolor abdominal, vómitos, diarrea y deshidratación, según el Gobierno de Estados Unidos. También puede acelerar el ritmo cardíaco, causar hemólisis aguda (descomposición de los glóbulos rojos), alteración del estado mental, calambres, convulsiones, delirio e incluso provocar el coma.
«Cuando el contacto es residual, muy puntual, los síntomas pueden ser simplemente algún tipo de alteración cutánea, como una dermatitis o irritaciones. También se han descrito casos de malestar general o gástrico y vómitos... Cuando son dosis más elevadas, puede producir cáncer de piel o de pulmón, anemias o leucopenias, trastornos vasculares... Sí que se trata de un compuesto que puede resultar mortal, pero es muy poco probable en esta circunstancia, porque la exposición es más baja y controlada», señala Gramage.
Con ella coincide Ferrer: «La intoxicación crónica por arsénico en este caso sería inviable. Tendrías que estar metido ahí con los libros, tipo ratón de biblioteca, respirando durante mucho tiempo. De todos modos, afortunadamente ahora se dispone de técnicas analíticas incuestionables que permiten medir perfectamente la toxicidad».
Otras intoxicaciones por arsénico
A pesar de que en este caso la probabilidad de sufrir consecuencias graves de la exposición al acetoarsenito de cobre son exiguas, el contacto con el arsénico en otras circunstancias sí puede resultar muy peligroso. «La intoxicación aguda por arsénico es una cosa que está perfectamente descrita en el suicidio de Madame Bovary, de Flaubert, donde, si tomas la dosis suficiente, acaba siendo mortal en el plazo de uno, dos o tres días, con una serie de síntomas primero gastrointestinales, luego multisistémicos, hasta el colapso cardiovascular...», detalla Ferrer.
«Otra cosa es la arsenicosis, la intoxicación crónica por arsénico. Tiene una primera fase en la que aparece una especie de manchas en la piel, sobre todo en las palmas de las manos y en las plantas de los pies y, luego, en el resto del cuerpo. Después, hay un atentado visceral, que puede producir fracaso multiorgánico lento. Además, el arsénico es un carcinógeno de tipo 1, es decir, está muy relacionado con el aumento de riesgo de cáncer en humanos», agrega.
Esta intoxicación crónica es la que sufre la población de algunas zonas del mundo, como Bangladés, India y otras zonas de Asia, donde se construyeron pozos de unos 50 metros de profundidad para acabar con el problema de la contaminación superficial de las aguas, que ocasionaba diarreas en la ciudadanía y aumentaba la mortalidad infantil. Sin embargo, al realizar estas excavaciones, el reservorio de agua al que se accedió estaba contaminado con arsénico, recalca la presidenta de la FETOC.
Intoxicaciones por otras sustancias
El arsénico no es el único elemento que se ha empleado en ambientes cotidianos y ha sido posteriormente eliminado gracias a los avances en la higiene industrial y el conocimiento de los metales y metaloides. «Hasta bien entrado el siglo XX, se utilizaban pinturas con plomo, que provocaban intoxicaciones en los niños porque se la comían. En los años 60, se quitó precisamente el plomo de las gasolinas. Otro ejemplo es el sombrerero loco de 'Alicia en el país de las maravillas', porque en las fábricas de estas prendas se usaban compuestos de mercurio para tratar el fieltro, que causaban problemas neurológicos», incide.
Ahora, el arsénico ya no se utiliza, aunque sigue presente en algunos objetos, como los libros, y puede suponer un problema. «Esto ha ocurrido en varias bibliotecas del mundo, y teóricamente podría pasar en todas. Cuanto más rica en libros antiguos históricos y bien cuidados sea, más probable es que suceda, por lo que tendrán que tomar ciertas medidas», destaca.