Hooola muchach@ssS
Hoy tengo uno de esos días filosóficos, de esos que te pones a pensar y quería dejaros por aquí una breve reflexión.
Como veis en el título de la entrada de hoy, os voy a contar QUÉ COSAS HAGO AHORA, CON 35 AÑOS (y a punto de cumplir los 36) QUE NO HACÍA CON 25.
A los 25 vivía con una energía distinta: No peor, simplemente diferente. Tenía prisa, planes, presiones (autoimpuestas y sociales), y esa sensación de que debía estar logrando algo todo el tiempo. A los 35, en cambio, me doy cuenta de cuántas cosas han cambiado. Algunas de forma silenciosa, otras como un terremoto.
Hoy estoy casada, tengo una casa propia, moto, coche y un trabajo estable. Además tengo una certeza profunda: no necesito cumplir expectativas ajenas para sentirme plena.
Viajo en coche-camper con David y Pepo (que es, sin duda, como nuestro hijo). Dormimos bajo las estrellas, cocinamos al lado del maletero abierto y nos alejamos del ruido del mundo cada vez que podemos. Ya no necesito grandes planes para sentirme viva. Un bosque, una playa, una ruta improvisada, una conversación sin prisa. Eso es libertad y carga pilas de una forma que nunca habría imaginado.
He aprendido a valorar el silencio, la soledad elegida, y el tiempo de calidad sobre el tiempo lleno de actividades. El tiempo es un regalo. Ya no acumulo compromisos, ni relaciones sociales que no suman. Tampoco pongo excusas ante planes que no me apetecen y lo veo como algo normal, no como algo raro, ya que mi paz mental vale más que cualquier plan forzado.
Mi perro me ha enseñado más sobre la vida que muchos libros. Y hoy en día nuestra elección de no tener hijos humanos ya no necesita explicación. Se acabaron las preguntas incómodas y la justificación forzada. Somos tres, y estamos completos.
Me cuido (física y mentalmente), no por estética, si no porque me importa estar bien: ejercicio, mejor alimentación, descanso, tener tiempo para mi. No me siento culpable por dedicarme ratos a “no hacer nada” o cuidarme.
Trabajo para otra persona, pero no me absorbe. Lo doy todo, por supuesto, pero al salir del trabajo, mi espacio personal, mi descanso y mi libertad son sagrados.
El vínculo con mi pareja está construido sobre la idea de ser el mejor equipo, no como un ideal romántico. Hemos construido una relación sana en la que no necesitamos aparentar absolutamente nada. Somos naturales, compartimos aventuras, decisiones, silencios. No hay dramas.
Ya no corro. No me esfuerzo por gustar. No busco encajar. Me basta con estar bien, vivir bien, dormir bien, reír a carcajadas y escaparme con David y el perro cuando la rutina aprieta.
Esta etapa no es más seria ni más aburrida. Es más consciente. Más libre. Más mía.
Y vosotr@s ¿? En qué etapa de vida os pillo ¿?
Os leo en los comentarios!!
Chaaaaaau.
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